Por: Paulina Sánchez
Fotos: OCESA / Liliana Estrada
La esencia psicodélica de Primal Scream puso a bailar a todo el Metropólitan, las luces, sonidos y el ambiente noventero hizo que la noche del 27 de octubre fuera un deleite para los sentidos.
La cita con Gillespie y su Primal Scream fue una noche mágica en el emblemático Teatro Metropólitan, en pleno corazón del Centro Histórico. Sin pantallas, sin telones: solo ellos, Primal Scream, en carne viva. Y así lo dejaron claro desde el primer acorde: sería un viaje sensorial a través del baile, el funk, el acid house, el blues y el rock británico que los ha definido durante décadas.
Bobby Gillespie, se movía con una energía casi hipnótica. Pocas palabras, pero una presencia que lo decía todo. Cantaba, bailaba, aullaba; su cuerpo entero vibraba al ritmo de cada tema. “Estoy feliz de verlos, de regresar a esta ciudad”, dijo con una sonrisa sincera que desató una ovación inmediata.
Tras una breve pausa de nuevas canciones y baladas, la euforia regresó con fuerza. En “Loaded”, Bobby lanzó un enérgico “fuck Donald Trump” que provocó un rugido colectivo. Luego, el Metropólitan estalló con una tríada gloriosa: la intensidad eléctrica de “Swastika Eyes”, el himno compartido de “Movin’ On Up” y la alegría desbordante de “Country Girl”.
Fue una noche de comunión, baile y libertad. Un recordatorio de que Primal Scream no solo se escucha: se siente, se vive y se recuerda.






