Por: Óscar Quintero
Fotos:OCESA / Lulú Urdapilleta
Anoche, el tiempo se detuvo. El calendario marcaba 23 de abril, pero el corazón del público viajaba directo a los años 80. En una velada que desbordó nostalgia, energía y emoción pura, Hombres G demostró que los clásicos no envejecen: solo se hacen más entrañables.
Desde el primer instante, la banda madrileña supo tocar fibras sensibles. Con los primeros acordes de “México Lindo y Querido”, el Estadio GNP se transformó en un coro multitudinario. Era como si miles de voces dijeran al unísono: “Estamos listos para vivir una noche mágica”.
Y vaya que lo fue. “Devuélveme a mi chica”, “Te quiero”, “El ataque de las chicas cocodrilo”, “Si no te tengo a ti”, “Marta tiene un marcapasos”… la lista de éxitos fue un golpe tras otro directo a la memoria y al corazón. Cada canción era recibida con gritos eufóricos, saltos desenfrenados y miradas cómplices entre quienes han crecido —o sobrevivido— con esas letras en la piel.
Pero si algo elevó la noche a otro nivel, fueron los invitados especiales. Uno a uno, subieron al escenario para rendir homenaje a una banda que marcó generaciones. Aleks Syntek aportó su energía y estilo inconfundible, Carlos Rivera deslumbró con su voz y presencia, Ana Torroja regaló un dueto lleno de elegancia y complicidad, y Rubén Albarrán, con su vibra explosiva, convirtió “Visita nuestro bar” en una fiesta tan intensa como inesperada. Un momento que hizo vibrar hasta las butacas.
La química entre los músicos, la emoción de los asistentes y la potencia de cada interpretación crearon un ambiente único. No era solo un concierto: era una celebración de la vida, del amor, de las amistades que se hicieron cantando esas canciones, de las lágrimas que se secaron con esas melodías y de los recuerdos que siguen bailando en cada nota.
Porque Hombres G no solo llenaron un recinto, llenaron almas. Demostraron que la música no tiene fecha de caducidad cuando está hecha con el corazón. Y que, aunque pasen los años, hay noches que se quedan para siempre.