Por: Maggs L. Granados
Fotos: OCESA / Liliana Estrada 

Después de una buena campaña publicitaria presumiendo de muchos invitados, un show más largo que de costumbre y así, se llegó la noche del sábado donde Porter tendría la oportunidad de demostrar de qué están hechos.

El primer punto en contra fue el tráfico de esa noche, ya que había tres eventos simultáneos en la zona: Cradle Of Filth en la Carpa del Velódromo, Depeche Mode en el Foro Sol y finalmente, pero no menos importante, Porter en su primer Palacio de los Deportes (primero como estelar). Los que no fueron, ya
imaginarán cómo fue eso y los que tuvieron que librar el intenso tránsito de personas y autos, ¡felicidades! Sobrevivieron a una noche más de caos en esta ciudad.

Pasando al tema del show, que es lo que verdaderamente importa en este punto, debo hacer énfasis en que Porter tiene un sólido grupo de fans que bailaron y cantaron de pie toda la noche, pocos fueron los momentos en los que se sentaron para recargar energía y seguir disfrutando de una noche que parecía hecha a su medida.

No miento al decir que todas y cada una de las 25 canciones que sonaron fueron entonadas por su público, algunas más fuertes que otras obviamente.

Las luces se apagaron después de algunos minutos de retraso, casi 15 y ante la desesperación de los fans, la gente empezó a gritar y de entre las sombras, bajo una luz púrpura que en momentos se convertiría en azul, apareció David para dar comienzo a la noche mística que tanto se había prometido con “Qué Es El Amor”. Confieso que la gente gritaba y cantaba con una euforia que verdaderamente me sorprendía, estaban entregados completamente al momento. Y entonces, como de trancazo surgieron “Murciélago” y “Rincón Yucateco”, dignas hijas de Moctezuma y así inició el recorrido musical.

Con cambios de vestuario, pausas en momentos prolongadas y con varias fallas técnicas en diversos momentos, la noche no se detuvo y la gente parecía que sólo tenía una cosa en mente, estar ahí y disfrutar de ese momento que nunca se repetiría. Fuera del inicio del show que fue de verdad muy oscuro por la no muy buena elección de colores en las luces, el resto de la noche fue muy colorida y llamativa en los visuales y juegos de luces que presentaron.

La música no dejaba de fluir “Ranchito”, “No Te Encuentro”, “La China”, “Tzunami”, “Mundo Extraño”, ante la ovación de David para su público “Oe Oe Oe Oe Ustedes” a lo que la gente feliz le respondía “Oe Oe Oe Oe Porter, Porter”. Y así llegarían también “Arcade”, “Host of a Ghost”, la muy aclamada “Palapa” y “Cuxillo”, que fueron la antesala para la icónica “Bipolar”, rola que la mayoría recuerda en la voz de Juan Son del álbum “Donde los Ponys Pastan” y que habían prometido complacer para esta noche.

Llegaba el momento acústico de la noche con “Cuando Lloro”, “La Sombra del Amor” y zaz “Daphne” que nos traería al primer invitado de la noche Caloncho, quien daría paso a “Mamita Santa” y a René la siguiente invitada y además telonera de la noche para cantar “Xoloitzcuintle Chicloso”, instante en el que el escenario se desbordó de energía y química que pocas veces se disfruta. Y así empezaría el desfile de invitados prometidos: Denise Gutiérrez para “Vaquero Galáctico”, Diego Dromedario, Tashi, Rosas y finalmente a los muy esperados de la noche “Litle Jesus” para cerrar con broche de oro en “Espiral” momento que desató la euforia del público y cerró muy dignamente una noche mística que seguramente su público y Porter mismos, no olvidarán.

Así llegó el final de una noche que, si bien no fue perfecta y por momentos dejó insatisfechos a algunos de los fans más duros, es y será un aprendizaje inmenso para estos “chicos” de que el exceso de profesionalismo nunca estará de más, la música y su público, merecen aún más de ellos, porque después de casi 20 años, no todo es misticismo.

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