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Hozier ilumina el Palacio de los Deportes con una noche de música, reflexión y emociones a flor de piel

Por: Óscar Quintero 

La noche del 14 de octubre, el Palacio de los Deportes se transformó en un santuario sonoro donde la poesía, la crítica social y la sensibilidad musical se entrelazaron en una experiencia inolvidable. Hozier, el aclamado cantante y compositor irlandés, ofreció un concierto que trascendió lo meramente musical: fue una velada donde cada nota resonó con significado y cada palabra dejó eco en los corazones del público.

Antes del esperado acto principal, la banda Amble —originaria también de Irlanda— fue la encargada de abrir la noche con un cálido abrazo de folk contemporáneo. Conformado por Robbie Cunningham, Oisín McCaffrey y Ross McNerney, el trío mostró que, pese a su reciente formación en 2022, tiene una conexión natural con el público y una energía que sintonizó a la perfección con el ambiente introspectivo que caracteriza la música de Hozier.

Puntual y entre un juego de luces que simulaban amaneceres y tempestades, Andrew Hozier-Byrne apareció en el escenario con su guitarra como única compañía para iniciar con “De Selby (Part 1 y 2)”, una apertura que fue creciendo de la calma a la intensidad, marcando el tono de un concierto en el que la emoción se elevó tema tras tema.

El público, que llenó el recinto con una devoción palpable, acompañó al artista en un recorrido sonoro que incluyó temas como “Dinner & Diatribes”, “Eat Your Young”, “Abstract”, “First Time”, “Work Song” y, por supuesto, la canción que lo catapultó a la fama mundial: “Take Me to Church”. Este himno, que en su momento fue una crítica feroz a la hipocresía y la intolerancia, se sintió más vigente que nunca en medio de una audiencia que lo coreó de principio a fin.

Más allá de la impecable producción —con visuales envolventes, luces perfectamente sincronizadas y un sonido nítido—, lo que distinguió la noche fue el mensaje profundo que Hozier trajo consigo. Entre canción y canción en las mismas pantallas que hacían más visual su performance, el artista reflexionó sobre la desigualdad en la distribución de la riqueza, el impacto devastador de las guerras y la urgencia de buscar equilibrio en un mundo fracturado. Su voz, potente y serena a la vez, se convirtió en un llamado a la empatía y la conciencia colectiva.

El concierto cerró con una ovación que retumbó en cada rincón del Palacio. Hozier se despidió con una sonrisa humilde, agradeciendo el cariño del público mexicano, mientras dejaba en el aire esa mezcla de esperanza y melancolía que caracteriza su arte.

Fue, sin duda, una noche que combinó lo mejor del talento musical con la profundidad de un mensaje necesario: que la música, cuando nace del alma y del pensamiento crítico, puede ser una forma de resistencia y de amor al mismo tiempo.