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Natalia Lafourcade: una noche mexicana de raíces, amor y melancolía en el Auditorio Nacional

Por: Óscar Quintero
Fotos: OCESA / Lulú Urdapilleta

El Auditorio Nacional se convirtió en un templo de emociones la noche en que Natalia Lafourcade ofreció un concierto íntimo, conmovedor y profundamente mexicano. Con un repertorio que viajó entre la nostalgia, la espiritualidad y la celebración de la vida, la cantante logró que más de diez mil personas vivieran una velada que quedará en la memoria colectiva.

Desde el inicio, Natalia compartió con ternura reflexiones sobre su embarazo, describiendo a su hijo en camino como un “pastelito de amor y de vida”, y hablando de las sensaciones como “mariposas y libélulas en la barriga”. Esa cercanía conmovió a todos y preparó el terreno para una interpretación especial de Pajarito colibrí, canción que dedicó a las infancias del mundo. El momento, cargado de sensibilidad, fue acompañado por gritos de “¡Palestina libre!”, que resonaron en la sala y añadieron un aire de protesta y solidaridad al concierto.

El viaje musical continuó con María la Curandera y otros temas de corte espiritual, mostrando el lado más contemplativo de Lafourcade. Pero la noche también tuvo sorpresas: El David Aguilar se unió a ella para cantar Cómo quisiera quererte, Soledad y el mar y El coconito, logrando una fusión de boleros, rancheras y ritmos tropicales que despertaron la ovación emotiva del público.

Más adelante, Adanowsky apareció en el escenario para interpretar junto a Natalia un par de canciones semiacústicas. La atmósfera que lograron fue casi mística: las luces bajas, el silencio absoluto de miles de personas y la voz delicada de Lafourcade crearon un instante sobrecogedor, digno de un ritual musical.

El momento más intenso llegó con Hasta la raíz, himno que provocó lágrimas y gritos de protesta simultáneos. “¡Palestina libre!” y “¡Fin al genocidio!” irrumpieron en el recinto, transformando la interpretación en una versión cargada de fuerza social y humana, que elevó a Natalia a una dimensión global donde la música se convirtió en vehículo de conciencia.

La velada también incluyó un gesto profundamente inclusivo: la interpretación de «Hasta la raíz» con lenguaje de señas, recordando que la música no solo se escucha, sino que también se puede sentir, interpretar y abrazar de múltiples maneras.

Con su voz luminosa y su sensibilidad única, Natalia Lafourcade no solo ofreció un concierto: regaló una experiencia transformadora. Una noche mexicana, melancólica y llena de amor que tocó fibras profundas en cada asistente y reafirmó su lugar como una de las artistas más importantes de la música en español.

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