Si, como decía el poeta, uno es del tamaño de lo que ve, María Rodés es muy grande y así se muestra. Ella da una mirada transparente y despojada de prejuicios a un género que la barcelonesa sitúa en un contexto inédito, libre del histrionismo populachero que durante décadas lo ha estigmatizado, libre también de academicismo y regeneracionismo, libre de aspiraciones desmedidas.
Huyendo de su tendencia a lo dramático como compositora, María había retomado la vieja idea de grabar un disco de versiones y rebuscaba canciones que se hubieran hecho populares gracias al cine para dar forma a ese proyecto cuando, inopinadamente, se dio de bruces con la copla.
Ahora, María Rodés se reapropia de la copla. Con Que nadie sepa mi sufrir, la joven cantautora muestra su estilo fresco y directo. Así, María Rodés actualiza un género casi desconocido para las nuevas generaciones.