Por: Ángel Santillán
Fotos: Lulú Urdapillete / Cortesía

«¿Por qué no cantan esta? Si, ya sabemos que quieren escuchar canciones pasadas. Eso es lo que les gusta a ustedes…»
«Justo eso platicábamos con «Meme» (Emanuel Del Real) hace un rato: como banda, las canciones viejitas ya no nos representan, nos representan las canciones nuevas».

Zoé se presentó una vez más en el foro más importante de México, el Auditorio Nacional. Esta vez con motivo del cierre de su gira Zoé Aztlán en el que se hicieron compañía junto a sus camaradas canadienses Metric, con los que recorrieron Norteamérica tocando en Canadá y Estados Unidos cerrando en México.

Tan frío como el viento y como el agua torrencial de la lluvia que nos recibía al llegar al coloso de Reforma, así también se sintió el show de la agrupación nacida en Cuernavaca, Morelos, en la que muy pocas emociones, o incluso me atrevería a decir que nulas emociones, sucedieron durante el set de la banda recientemente premiada con un Grammy (de los gringos, de los buenos) a Mejor Álbum Latino de Rock Alternativo precisamente por su último disco Aztlán.

Con teloneros de lujo, por el calibre internacional que tienen, Metric subió primero al escenario del Auditorio y se despachó un set de 45 minutos en el que soltaron sus mejores hits ante el sold out del recinto que lucia espectacular. Y a pesar de no ser la banda estelar de la noche, los liderados por la carismática Emily Haines, pusieron a mover rítmicamente la cabeza del público en el que se podía ver a unos cuantos (muy pocos) fans verdaderos de Metric que corearon canciones como Help I’m Alive, Gimme Sympathy, Black Sheep y Now Or Never Now, entre otras tocadas con una inmensa energía y calidad indudable.

El momento llegó y el Auditorio Nacional explotó de júbilo al apagarse las luces y empezar a sonar Cuidadito, Cuidadito, una canción de época de María Victoria que fue recibiendo de a uno la entrada de los integrantes de Zoé, compuestos por Sergio Acosta, Jesús Baez, Ángel Mosqueda, Rodrigo Guardiola y León Larregui. Una pirámide al revés encima de la agrupación proyectaba imágenes psicodélica y varias luces de los costados y por encima se cruzaban para cuadricular la vista que se musicalizaba con Venus, canción que aperturó el set.

Los juegos de luces y los visuales eran realmente espectaculares diseñados para cada track del repertorio que se compuso también por Últimos Días, 10:00 AM, Nada, Arrullo de Estrellas, Corazón Atómico y Vía Láctea, por nombrar algunas de las más coreadas y no tan recientes.

«Muchas gracias por acompañarnos esta noche, para nosotros es muy especial que estén aquí porque también los consideramos familia. Hoy les tendremos muchas sorpresas para ustedes«, señaló León Larregui ante la emoción de la gente, para luego empezar a tocar Hielo.

«¿Por qué no cantan esta? Si, ya sabemos que quieren escuchar canciones pasadas. Eso es lo que les gusta a ustedes, pero también comprendan que tenemos que tocar nuestras nuevas canciones«, dijo Larregui luego de tocar Hielo y sentir muy poca emoción de parte de la gente, en la que pude apreciar algunos ya hasta bostezaban y se les notaba el enojo por no escuchar los hits de Zoé.

La luces se apagaron, como símbolo de un primer encore y gente del staff rápidamente instaló un piano en el escenario, al que un hombre misterioso, sobre la oscuridad se postró de frente a nosotros para tocarlo y cantar las primeras estrofas de Paula. Al prenderse las luces, ese hombre era Meme Del Real, integrante de Café Tacvba y parte de las sorpresas de la noche.

«Esas son las que les gustan a ustedes. ¿Verdad?… Justo eso platicábamos con «Meme» (Emanuel Del Real) hace un rato: como banda, las canciones viejitas ya no nos representan, nos representan las canciones nuevas, porque es lo que sentimos en este momento. Pero está bien, también le tenemos cariño a las pasadas. Vamos a aprovechar que «Meme» está aquí para tocar otra canción con él«, mencionó el vocalista para después tocar Poli y despedirse del público para hacer un segundo encore que se hizo acompañar por un visual y audio hipnótico de colores verdes y negros en movimiento.

El inminente regreso de Zoé a escena estaba cantado a pesar de que el público no gritaba el nombre de la banda para que volvieran, como es de costumbre. ¿Fue acaso por la falta de emoción? Como sea, la gente realmente esperaba mucho más de las canciones cúspide y por eso aún se mantenían ahí. Y por eso, los liderados por León regresaron de nuevo para tocar Polar, una rola que si bien es de las más viejitas, no fue tan del agrado de todos. Prosiguieron con Oropel y el asunto siguió igual. Fue hasta Luna cuando por fin se sintió un poco de buena vibra y con Soñé con la que al fin todos cantaron en una sola voz.

Parecía que al fin se encadenaría un jugo de hits por parte de los Zoé, cuando León de nuevo dio las gracias a todos y mencionó que se vendría la segunda y última «sorpresa» de la noche, la cual consistía en que Metric saliera a tocar y (medio) cantar Love con ellos en algo que sonó irrelevante y hasta mal logrado.

Así, el primer show de fin de gira llegó a su fin. Con mucha frivolidad de la agrupación con su público, sin hacer sentir ese click, esa calidez y empatía que se necesita en un show en directo. Con fallas de audio en el micrófono de León y un setlist que dejó mucho que desear, pero que en otros lugares convencionales te dirán que fue una increíble experiencia cautivadora….

¡Ah!, pero eso si, con unos maravillosos juegos de luces y visuales. Y ya. Eso es todo por destacar.

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