Por: Ángel Santillán

Para culminar el mes más saturado de conciertos en lo que va del año, el dj y productor holandés, Satori, regresó con su banda del espacio al Plaza Condesa para ofrecer una noche de halloween llena de house, ritmos africanos y la potencia del grunge y el rock.

Algo que hace interesante al proyecto Satori & The Band from Space, es que armoniza géneros muy diferentes entre sí y los convierte en un festín melódico de naturaleza mixta. Por una parte, el marroquí y su flauta transversal, marcan una base rítmica africana; mientras que la potencia instrumental de su bajo, guitarra y sobre todo, la voz rasposa de su vocalista, se difuminan con un mix de house para dar como resultado un sonido bailable, sólido y seductor.

Por razones que solo los involucrados en la vida nocturna entienden, el género electrónico tiene un efecto distinto después de la media noche. Fue a esa hora cuando una tenue iluminación esclareció poco a poco a Satori. Un mix de house que iba in crescendo hasta explotar, fue el momento perfecto para que sus músicos espaciales salieran al escenario. Fue así como, al son de los aplausos del público azteca, sacaron todo su arsenal musical.

Su sonido híbrido compuesto por elementos de distintos géneros como house, techno, rock, grunge y sonidos africanos, se debe en gran parte a que cada miembro de la banda proviene de diferentes partes del planeta. La universalidad de su agrupación, le demostró al Plaza Condesa por qué es una banda destinada a viajar al espacio.

El hecho de que una agrupación con las características de Satori and the band from space, se presentara un inmueble tan importante como lo es el Plaza Condesa, representó una prueba para el género en la que se determinaría su poder de convocatoria ante un público que no acostumbra escuchar electrónica en una sala de conciertos. Sin embargo, y basándome en la respuesta de los asistentes que poco a poco fue en decadencia, el escenario les quedó grande.

La mezcla de factores como el día de halloween, boletos al 2×1 y diversas promociones en las redes sociales, ayudaron a que no fuera una noche de brujas vacía. Sin embargo, aunque el recinto estaba más o menos a tres cuartos de su capacidad, la conexión que existe normalmente entre artista y público, en términos generales fue bastante floja.

Lo anterior, de ninguna manera quiere decir que la música electrónica provoque menos emoción que otros géneros, o que la ejecución de Satori y sus músicos espaciales haya sido mala. Es tan simple como que hay canciones adecuadas para cada lugar y momento. En ese sentido, la ligeramente desabrida reacción del público, dejó ver que ese tipo de sonidos, en inmuebles que demandan mayor convocatoria, no poseen el mismo impacto que tendrían en un club o en alguna fiesta clandestina.

Sin importar el género, al valorar un show existen dos factores determinantes: La ejecución musical de la agrupación y la respuesta del público ante ello. Pese a la floja respuesta de la gran mayoría de los asistentes, hubo algunos que bailaban perdidos en el espacio entre otros acarreados y escépticos. Fueron ellos quienes recibieron el verdadero significado de Satori: energía sonora y lumínica que brilla aún en la oscuridad de la noche de brujas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.